4 ene 2014

Nocturno de la Sangre - La Templanza -

La templanza 
“Si pierdo... morirás. Si gano... te mataré” 

- Pronto amanecerá, y tú... habrás muerto...

Una suave y cálida voz anunciando su destino era todo lo que aquel muchacho podía recordar. Día tras día, semana tras semana,siempre el mismo sueño se abría paso a traves de su mente. Unas palabras que nacían de la oscuridad y volvían a ella nuevamente cada vez que necesitaba descansar.

[…]

El cuerpo del joven se tambaleó súbitamente y sus ojos se abrieron de un modo violento, el sudor que recorría su cuerpo cada vez que despertaba de tan singular pesadilla también se había convertido en parte de su forma de vida. Tras esperar a que su corazón, ahora alterado, volviera a tranquilizarse, escrutó a su alrededor para observar si algo había cambiado desde anoche.
Al parecer todo seguía igual, el rancio olor a putrefacción, tan sólo ligeramente apaciguado por el viento que entraba a través de la rendija que a la vez hacía de puerta, y una pequeña montaña de restos humanos al final de la tubería, era todo cuando podía encontrarse en aquel desagüe que el joven utilizaba de improvisada guarida.

La noche había vuelto a nacer para recibir un día más a un muchacho cuya vida no podía catalogarse como tal, pues más animal que persona, el joven Kamîl deambulaba en busca de algo que llevarse a la boca cada noche.

Aún recordaba, aunque de un modo muy leve, la primera vez que su ya mustio paladar probó el sublime sabor de la carne humana, un sabor que al principio le resultó repulsivo pero con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un manjar único, hasta el punto de llegar a ser una adicción.
Si para algunos pobres despojos humanos las drogas eran lo único que les hacían sentir vivos, a Kamîl el poder saborear los cuerpos putrefactos y casi descompuestos de sus víctimas le producía tal placer que su propia existencia giraba en torno a este hecho.

[ ... ] 

Tras la media noche el asesino conocido como "La Bestia" se disponía a cazar nuevamente. Tenía una abundante reserva de comida gracias a una agradable pareja de ancianos que mutiló la semana pasada, pero sus cuerpos eran ya viejos y decrépitos, y apenas tenían carne con la que saciar a su ejecutor. Así pues, abriendo levemente la rendija de aquella pesada tubería que antaño había servido como desagüe de residuos de una vieja y ahora abandonada fábrica de algodón, nuestro joven muchacho se escabulló lentamente entre el manto de la oscuridad en pos de apaciguar su hambre.

[ ... ] 

Pasaban los minutos y el bullicio de las grandes avenidas de una ciudad tan concurrida como Hildesheim obligó a Kamîl a buscar su cena en una zona más apartada si quería seguir conservando el anonimato, y sobre todo, si no quería ser cazado.
A medida que su cuerpo se alejaba de la calles céntricas, sus oídos comenzaban a agudizarse a una velocidad vertiginosa, pues el silencio que reinaba en las afueras de la ciudad a esas horas hacía que fuera difícil creer que a tan sólo un par de kilómetros la algarabía de la gente que aún deambulaba por las calles fuera tal que no se podía escuchar a un camarada que paseara a tu vera sin tener que elevar la voz, mas tal bullicio beneficiaría al joven homicida, pues entre la confusión uno o dos gritos de pánico pasarían fácilmente desapercibidos.


- Espero poder encontrar una buena pieza esta noche... - Pensaba Kamil a medida que escrutaba los oscuros y serpenteantes recovecos de las callejuelas contiguas a una de las más grandes avenidas.

- Si tan sólo... - Su pensamiento se vio eclipsado por un leve chirriar proveniente del final del callejón al que se estaba aproximando, y con un gesto rápido y silencioso se aproximó tanto como pudo a la pared que cortaba dicho callejón...

Un segundo... dos segundos... tres segundos... ... ¡Ahí está!
El leve chirriar volvió a hacer su aparición
-No hay duda - Se dijo a sí mismo -Es un hombre ... corpulento... y anda despacio... - Cerrando los ojos al tiempo que agudizaba el oído, logró calcular la distancia a la que se encontraba aquel sujeto, e intuyó que tardaría unos quince segundos en doblar la esquina.
Aproximándose todo lo posible a la calle perpendicular de la cual aparecería su cena, y ocultándose sigilosamente entre las sombras, Kamîl esperó pacientemente a que su nueva víctima se mostrara.
Los segundos pasaban y aquel singular chirriar podía escucharse cada vez más cerca ...

Seis metros... Cinco metros...Cuatro metros...

En breves instantes La Bestia volvería a cazar, y su presa se encontraba a escasos tres metros de distancia, tan sólo un frío e impasible muro de hormigón separaba ambas vidas, tan diferentes antaño pero que ahora, por mero azar iban a compartir uno de los momentos más terroríficos para una de ellas...

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