4 ene 2014

Nocturno de la Sangre - El Juicio -

El Juicio 
"¿Te crees con derecho a sentarte en el trono del cielo?"

Una fuerte sacudida en el pecho fue todo lo que pudo sentir Kamil momentos antes de que un dolor estremecedor recorriera todo su cuerpo y le obligara a frenar en seco haciendole caer de bruces al suelo.
Con los brazos cubriéndose el estómago y una sensación de ardor que comenzaba a subir por su garganta, se percató de que había subestimado a su rival. Este descuido le había costado una enorme patada en la boca del estómago en el momento en que el joven se había lanzado contra el anciano.

-¿Ya has terminado chiquillo? - Masculló Abelard al tiempo que recogía lentamente la pierna que hasta hace un momento seguía suspendida en el aire. - Parece que no eres tan peligroso como la gente cree, o es que tal vez sólo te has enfrentado a vagabundos y pordioseros.

-¿Cómo es posible que un vejestorio como tú....? - Respondió Kamil al tiempo que se levantaba y comenzaba a dar tumbos adentrándose en la oscuridad del estrecho callejón.

- Las apariencias engañan jovencito. Aunque en tu caso, me temo que han hecho una excepción.

Kamil se acurrucó en la parte derecha del callejón, alejado de la poca luz que aún bañaba aquel lugar, con la esperanza de que el anciano tuviera dificultades para distinguirle entre las sombras.
Su respiración empezó a relajarse, el dolor inicla había desaparecido y la sensación de vómito ahora era tan sólo una ligera molestia; pero lo que más le angustiaba era el miedo subconsciente que poco a poco empezaba a apoderarse de él.
Ese miedo que siente el antílope cuando presagia que le ronda un poderoso depredaror. Un miedo que no había sentido desde hacía muchos años, desde aquel día en el que su mundo oscureció.

El sonido de los pasos del anciano adentrándose en la oscuridad ponían cada vez más nervioso al asesino, y llevar varias horas sin probar vocado no jugaba a su favor.

- ¡Te escondes como la sucia rata que eres! ¿No decías que ibas a matarme? ¡Sigo esperando!

Kamil, al escuchar estas palabras entró en un estado de rabia que hizo que olvidara el miedo y el dolor, y se lanzara hacia su adversario con un grito de desesperación.

- ¡Te mataré! ¡Te mataré! ¡Te mataré! - Gritaba exasperado al tiempo que arremetía contra su presa con todas sus fuerzas.

Cada puñetazo o patada que lanzaba parecía acertar en el blanco, sin embargo, un instante antes de sentir
el golpe, todo lo que el joven alcanzaba a experimentar era un enorme vacío donde antes se encontraba su oponente.
Varios puñetazos, arañazos y embestidas erradas dejaron a Kamil casi extenuado y con una rabia que comenzaba a consumirle cada vez más. Abelard sólo necesitó un fuerte puñetazo en el mentón para hacer retroceder a Kamil y que este cayera al suelo aturdido tras golpearse contra la pared.

- Esto es una pérdida de tiempo, niño. - Replicó Abelard al tiempo que comenzaba a relajar sus músculos y a exhalar léntamente el aire de sus pulmones. - Está claro que jamás te has enfrentado a nadie que opusiera resistencia, y para tu pesar, la primera vez ha tenido que ser con un veterano de guerra.
Pero me siento magnánimo, lárgate de esta ciudad y olvidaré lo que ha ocurrido.

Abelard comenzó a girarse y se dispuso a caminar de nuevo hacia la luz cuando un grito parecido al de una fiera enfurecida le hizo volverse rápidamente.

Kamil había comenzado a correr hacia él. La sagre que enamaba de sus labios producto del puñetazo anterior se deslizaba siseante por su barbilla y comenzaba a perderse entre su ropa al llegar a la altura de su cuello.

Cómo un animal acorralado, el muchacho saltó con todas sus fuerzas con la intención de que su peso y la inercia pudieran derribar al anciano, pero todo lo que consiguió fue caer de bruces contra el suelo y sentir un punzante dolor en el hombro en el momento en el que se dio cuenta de que su brazo derecho estaba atrapado entre las piernas de aquel hombre que ahora lo tenía tendido en el asfalto con las rodillas apretando fuertemente su cuello y su antebrazo.

El jóven intentó patalear, desembarazarse de aquella presa, mas todo lo que conseguía era aumentar el dolor en el cuello y el hombro. Sentía que su brazo iba a desprenderse de su cuerpo y su visión, cada vez más borrosa le advertía que estaba a punto de perder el conocimiento.

En ese instante, un chasquido y un grito de dolor lograron que el Kamil sintiera como la fuerza del hombre disminuía drásticamente, momento en el cual, haciendo acopio de toda la fuerza que le quedaba logró zafarse y arrastrándose hacia las profundidades de la oscuridad, levantarse de nuevo .

- ¡Maldito seas crio del demonio... ! - Clamó Abelard al tiempo que con ambas manos hacía presión en su costado izquierdo.

Alejándose unos metros de la oscuridad que les envolvía e aquel momento, el anciando se dirigió a la luz para comprobar cómo sus sospechas no eran erroneas.

Sus manos habían comenzado a ponerse pegajosas, y un líquido carmesí comenzaba a teñir su ropa a gran velocidad.

El joven Kamil también comenzó a acercarse a la luz, mostrando una hoja de metal llena de herrumbre que ahora comenzaba a llorar lentamente lágrimas escarlata.

- No me gusta usar armas contra presas vivas, pero no me has dejado elección. - Respondió el muchacho al tiempo que su rostro comenzaba a esbozar una mueca de satisfacción.

Volviendo de nuevo a la oscuridad, esperó observando a su presa fíjamente. Sabía que él vendría, ahora estaba enfadado y querría terminar lo que había empezado, o por lo menos, devolverle toda la sangre que le había hecho derramar; y en el peor de los casos, si él decidía huir, siempre podría perseguirle y continuar haciendo agujeros en su ya viejo cuerpo.

Abelard apretó fuertemente los dientes y dio un primer paso hacia donde se encontraba aquel al que llamaban La Bestia.

Pero algo detuvo su avance, un sonido seco y regular que venía del mismo camino que él había usado para llegar hasta aquí. Aquel sonido era parecido al de los latidos de un corazón,; estaba claro que era un sonido de pisadas, pero eran demasiado metódicas, demasiado uniformes.

Abelard sabía que no debía hacerlo, pero no tenía elección y comenzó a girarse lentamente en la dirección de la que provenía aquel sonido.

En ese instante, Kamil, demasiado concentrado en su enemigo como para haber sentido lo que ocurría a su alrededor, comenzó a correr hacia él, pero se detuvo en seco en el momento en el que un dolor punzante penetró en su brazo.
Su inercia le hizo avanzar unos pasos más, lo suficiente para que los reflejos de la luz mostraran al joven que un dardo acababa de clavarse en su brazo izquierdo.

Presa de la confusión, Kamil intentó volver a la oscuridad, pero sólo pudo dar dos o tres pasos antes de desplomarse inconsciente.

[...]

Una enorme silueta comenzó a emerger del horizonte. Las tremolantes luces que apenas lograban iluminar el camino, mostraban a un hombre corpulento, ataviado con una túnica del color de la sangre que apenas dejaba ver unas enormes botas y un rostro marcado por innumerables cicatrices.

El hombre comenzó a acercarse a los condendientes con la mirada fija en el joven que en esos momentos se  encontraba desmayado.

Unos momentos antes de adentrarse en la oscuridad sintió un tirón en la espalda, lo cual le obligó a detenerse y a girarse a tiempo de observar cómo Abelard, con las manos aún manchadas de sangre, agarraba fuertemente su túnica.

- No sé quién eres. - Musitó el anciano. - Pero esto es entre él y yo, no se ocurra inmiscuirte.

Sin mediar palabra, el gigante alzó su brazo y lo dejó caer con violencia  sobre el rostro de Abelard.

-¿Qué demo...? - Antes de que el hombre pudiera darse cuenta de lo que pasaba, se encontraba retrocediendo y con una sensación de quemazón en el rostro producida por el rozamiento del brazo de aquel mastodonte.

- Uhm... eres rápido.

- Lo mismo digo. De haber acertado el golpe podría haber muerto. ¿Quién eres?

- No es asunto tuyo. Márchate de aquí y olvida lo que has visto.

- Me temo que no puedo complacerte. - Susurró Abelard mientras se sobreponía al ataque anterior.

Habían pasado muchos años desde la última vez que combatió por su vida, estaba herido y el tiempo le había pasado factura, pero Abelard había salido vivo de situaciones peores... O tal vez no.

Nocturno de la Sangre - La Rueda de la Fortuna -

La Rueda de la Fortuna 
 “El mero hecho de haber nacido, me da derecho a poseerlo todo” 

Bajo la luz de la luna se alzaba imponente uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, el hotel Schweizerhof, situado en pleno corazón de la prestigiosa ciudad de Berlín.
Allí, en una suite desde la cual la ciudad parecía una enorme amalgama de bullicio y ruidos estrambóticos que expresaban a la perfección la forma de vida de las gentes que por ella circulaban, se encontraba sentada en un enorme sillón de terciopelo rojo una joven de mirada tranquila y lánguida tez.
Sus largos cabellos dorados vestían suavemente sus hombros y un largo y sedoso vestido carmesí abarrotado de encajes se difuminaba con el entorno.
El rostro de aquella joven esbozó una ligera sonrisa en el instante en el que el pomo de la puerta comenzó a girar lentamente y el tiempo que esta utilizó para emitir un ligero suspiro fue más que necesario para que la gran puerta de la suite comenzara a abrirse.

- Con su permiso, mi señora - Susurró una grave y ajada voz - Lamento de corazón haber tardado más tiempo del previsto, pero la misión resultó ser más costosa de lo que creíamos. No obstante, me complace informarla de que esta ha sido un completo éxito.

Al tiempo que decía estas palabras, Damian atravesó la invisible barrera que separaba el pasillo de la habitación, y con pasos cortos y sosegados se situó a la diestra de su señora dejando aún la puerta abierta.

- Permita que le presente al mayor asesino del mundo, Garret Dardelard. - Clamó Damian al tiempo que extendía su diestra y con ella pedía a la invisible figura que se encontraba en la puerta que se adentrara en la habitación.

Un hombre de aspecto robusto y ataviado con pantalón de tela negro ligeramente ceñido y una chaqueta del mismo color que dejaba entrever una fina camisa blanca de seda entró lentamente por la puerta. Los zapatos de piel de cocodrilo rechinaban ligéramente al contacto con el marmol del suelo y un oscuro sombrero fedora de lana cubría el rostro de aquel extraño invitado.
El hombre alzó su diestra y haciendo ademán de quitarse el sombrero se inclinó ligeramente ante la dama que se encontraba sentada frente a él.

- Es un placer conocerla, Lady Marian, me han contado grandes historias de su persona, algunas fascinantemente macabras . - Dijo al tiempo que en su rostro comenzaba a vislumbrarse una ligera sonrisa.
- ¿Cómo os atrevéis a dirigiros a Lady Marian con tal carencia de modales? . - Clamó Damian.
- Cálmate, Damian. - Susurró Marian al tiempo que se incorporaba y dirigía sus pasos hacia el nuevo invitado. - ¿Así que tú eres el asesino que Damian ha contratado para mí?
- Así es señora, el mejor del mundo - Respondió el hombre con aire altivo.
- Eso lo dudo mucho - Replicó la mujer  - Pero espero que me seas útil.

El rostro de Garret se tornó iracundo durante unos instantes para luego emanar una gran risotada que inundó toda la estancia.

- Ciertamente, los rumores no mentían, sois una señora muy interesante... interesante y temible.
- Señorita, por favor.
- Disculpadme ... señorita. - Dijo Garret mientras inclinaba la cabeza con gran sutileza.

Tras aquella breve introducción Marian indicó a su nuevo camarada que le acompañara hacia el balcón que previamente había abierto Damian, el cual ahora se encontraba en la puerta con los brazos cruzados y la mirada perdida en el infinito.

- ¿Una noche preciosa, no creéis?. - Preguntó Marian al tiempo que acariciaba sus cabellos mecidos por el vierto nocturno
- Sin lugar a dudas - Respondió Garret observando las luces de la ciudad. - Pero no estamos aquí para hablar de la noche.
- Querido Garret, los profesionales como vosotros siempre anteponéis el trabajo al placer ... y es una verdadera lástima. Pero tienes razón . - Dijo Marian dirigiendo la vista hacia la ciudad. - Allí abajo, entre toda esa multitud de deshechos humanos, se encuentra uno aún mayor, un insoportable insecto que debe ser eliminado.

A medida que Marian iba hablando sus facciones pasaban de ser las de una bella dama de la alta nobleza a las de una mujer llena de odio y rabia.

- Seguro que has oido hablar de un sujeto al que en la prensa se le conoce como "La Bestia"
- Así es, tengo todos los datos que necesito y algunos que no necesitaba gracias a su fabuloso mayordomo, intuyo que mi trabajo es darle caza.
- Te pagaré tal como habíamos acordado, cien millones por adelantado y otros cien si me traes su cabeza.

- No habrá problema, tan sólo es una rata escurridiza.

Marian rió levemente al tiempo que se daba media vuelta y volvía a entrar en sus aposentos.

- Si no tienes cuidado, asesino, esa rata podría morderte.

Haciendo caso omiso de las palabras de la joven, Garret se dirigió hacia donde se encontraba Damian, el cual, abriendo la puerta, se disponía a despedir a su invitado.

- Antes de irte, Garret... - Clamó Marian.
- ¿Qué ocurre, señorita ? . - Preguntó este deteniéndose en seco, pero sin girarse lo más mínimo.
- Quiero que seas ... especialmente cruel con él.
- Sus deseos son órdenes... señorita.

La puerta de la suite se cerró suavemente y Marian volvió a tomar asiento.

- Por favor Damian, traeme una copa del mejor vino de la bodega.
- En seguida Lady Marian.
- Han pasado más de diez años, y todo vuelve a comenzar. Qué hermosa ironía del destino.

Nocturno de la Sangre - La Fuerza -

La Fuerza 
“¿Es justo ser golpeado por alguien sólo porque es más fuerte?” 

- ¿Cuánto tiempo piensas permanecer ahí parado, chico?. - Clamó una profunda y tajante voz desde la oscuridad

El corazón de Kamîl se estremeció. ¿Cómo había podido ser capaz de descubrirle un simple vagabundo? Durante todo el tiempo que estuvo asesinando ni los más entrenados policías lograban encontrarle cuando se fundía con las sombras.
Sin embargo, ahora el hombre que se encontraba a escasos tres metros de él lo había logrado, y no solamente eso, seguramente lo supo desde el principio.
Este pensamiento recorrió todo el cuerpo de Kamîl, produciéndole un tremendo escalofrío.

- Si no sales tú lo haré yo - Esta vez la voz se encontraba mucho más calmada, casi con un tono de resignación.

El suelo volvió a chirriar. Dos metros... Un metro...
Kamîl no pudo sino retroceder unos pasos, pues una persona que se hubiera percatado de su presencia y aún así hubiera continuado avanzando no debía ser subestimada .
Y la palabra tomó forma, la forma de un anciano cabizbajo de no más metro ochenta de estatura, que se adentraba sosegadamente en la oscuridad observando al joven Kamil, el cual se encontraba completamente paralizado, sin poder ocultar su incertidumbre y, tal vez, su temor.

- No es común que un ladrón se adentre por estas callejuelas en busca que oro o joyas... sobre todo cuando aquí bien sabe que no encontraría nada - Susurró el anciano al tiempo que se detenía a menos de un metro de su potencial agresor.

Levantando la mirada sus ojos se cruzaron y durante un instante , un breve y meticuloso instante, el cazador fue cazado. Los ojos de Kamîl reflejaron ira, miedo, soledad, desesperación... un cúmulo de sensaciones que desnudaron su alma ante aquel extraño individuo.

- Tus movimientos son sigilosos, tu respiración extremadamente limpia y te ocultas demasiado bien para ser un simple ladronzuelo o un asesino de tercera clase. Y a juzgar por tu aspecto, diría que tampoco eres profesional, por lo cual deduzco que debes ser aquel a que los periodistas llaman “La Bestia” ¿Me equivoco? - Preguntó el anciano al tiempo que reía entre dientes.

- Eres muy astuto, viejo - Respondió Kamil mientras retrocedía unos pasos. Había recuperado el control de sus emociones y estaba preparado para afrontar cualquier reto que el destino le obsequiara.

- Dime, antes de morir... ¿Quién eres... cena? . - Gritó el joven asesino con un tono iracundo

- Así que cena. De acuerdo, mátame si eres capaz, veamos si mereces llamarte realmente asesino - Musitó el anciano al tiempo que colocaba sus brazos en posición defensiva y su cuerpo, antes arqueado se erguía hasta sobrepasar la altura del joven en más de dos cabezas.

Kamil cerró fuertemente los puños y se lanzó bruscamente contra su adversario, arremetiendo con todo su peso, con la esperanza de poder derribarlo rápidamente, y de este modo que nadie se percatara de lo que en aquel momento allí estaba ocurriendo.

Nocturno de la Sangre - La Templanza -

La templanza 
“Si pierdo... morirás. Si gano... te mataré” 

- Pronto amanecerá, y tú... habrás muerto...

Una suave y cálida voz anunciando su destino era todo lo que aquel muchacho podía recordar. Día tras día, semana tras semana,siempre el mismo sueño se abría paso a traves de su mente. Unas palabras que nacían de la oscuridad y volvían a ella nuevamente cada vez que necesitaba descansar.

[…]

El cuerpo del joven se tambaleó súbitamente y sus ojos se abrieron de un modo violento, el sudor que recorría su cuerpo cada vez que despertaba de tan singular pesadilla también se había convertido en parte de su forma de vida. Tras esperar a que su corazón, ahora alterado, volviera a tranquilizarse, escrutó a su alrededor para observar si algo había cambiado desde anoche.
Al parecer todo seguía igual, el rancio olor a putrefacción, tan sólo ligeramente apaciguado por el viento que entraba a través de la rendija que a la vez hacía de puerta, y una pequeña montaña de restos humanos al final de la tubería, era todo cuando podía encontrarse en aquel desagüe que el joven utilizaba de improvisada guarida.

La noche había vuelto a nacer para recibir un día más a un muchacho cuya vida no podía catalogarse como tal, pues más animal que persona, el joven Kamîl deambulaba en busca de algo que llevarse a la boca cada noche.

Aún recordaba, aunque de un modo muy leve, la primera vez que su ya mustio paladar probó el sublime sabor de la carne humana, un sabor que al principio le resultó repulsivo pero con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un manjar único, hasta el punto de llegar a ser una adicción.
Si para algunos pobres despojos humanos las drogas eran lo único que les hacían sentir vivos, a Kamîl el poder saborear los cuerpos putrefactos y casi descompuestos de sus víctimas le producía tal placer que su propia existencia giraba en torno a este hecho.

[ ... ] 

Tras la media noche el asesino conocido como "La Bestia" se disponía a cazar nuevamente. Tenía una abundante reserva de comida gracias a una agradable pareja de ancianos que mutiló la semana pasada, pero sus cuerpos eran ya viejos y decrépitos, y apenas tenían carne con la que saciar a su ejecutor. Así pues, abriendo levemente la rendija de aquella pesada tubería que antaño había servido como desagüe de residuos de una vieja y ahora abandonada fábrica de algodón, nuestro joven muchacho se escabulló lentamente entre el manto de la oscuridad en pos de apaciguar su hambre.

[ ... ] 

Pasaban los minutos y el bullicio de las grandes avenidas de una ciudad tan concurrida como Hildesheim obligó a Kamîl a buscar su cena en una zona más apartada si quería seguir conservando el anonimato, y sobre todo, si no quería ser cazado.
A medida que su cuerpo se alejaba de la calles céntricas, sus oídos comenzaban a agudizarse a una velocidad vertiginosa, pues el silencio que reinaba en las afueras de la ciudad a esas horas hacía que fuera difícil creer que a tan sólo un par de kilómetros la algarabía de la gente que aún deambulaba por las calles fuera tal que no se podía escuchar a un camarada que paseara a tu vera sin tener que elevar la voz, mas tal bullicio beneficiaría al joven homicida, pues entre la confusión uno o dos gritos de pánico pasarían fácilmente desapercibidos.


- Espero poder encontrar una buena pieza esta noche... - Pensaba Kamil a medida que escrutaba los oscuros y serpenteantes recovecos de las callejuelas contiguas a una de las más grandes avenidas.

- Si tan sólo... - Su pensamiento se vio eclipsado por un leve chirriar proveniente del final del callejón al que se estaba aproximando, y con un gesto rápido y silencioso se aproximó tanto como pudo a la pared que cortaba dicho callejón...

Un segundo... dos segundos... tres segundos... ... ¡Ahí está!
El leve chirriar volvió a hacer su aparición
-No hay duda - Se dijo a sí mismo -Es un hombre ... corpulento... y anda despacio... - Cerrando los ojos al tiempo que agudizaba el oído, logró calcular la distancia a la que se encontraba aquel sujeto, e intuyó que tardaría unos quince segundos en doblar la esquina.
Aproximándose todo lo posible a la calle perpendicular de la cual aparecería su cena, y ocultándose sigilosamente entre las sombras, Kamîl esperó pacientemente a que su nueva víctima se mostrara.
Los segundos pasaban y aquel singular chirriar podía escucharse cada vez más cerca ...

Seis metros... Cinco metros...Cuatro metros...

En breves instantes La Bestia volvería a cazar, y su presa se encontraba a escasos tres metros de distancia, tan sólo un frío e impasible muro de hormigón separaba ambas vidas, tan diferentes antaño pero que ahora, por mero azar iban a compartir uno de los momentos más terroríficos para una de ellas...

Nocturno de la Sangre - El Loco -

El Loco 
 “¿Cuál? ... ¿Cuál es la verdadera voz?” 

El continuo chirriar de los engranajes se clavaba punzante en su mente, el sudor de su frente era cada vez más espeso y el sofocante humo que inundaba la estancia impedía que sus ojos pudieran abrirse con normalidad.
Pero allí estaba ella, atabiada con un gran delantal mezcla de noche y muerte, que cubría todo su cuerpo y sosteniendo en su diestra unas tenazas chorreantes.

-Y deseo ser tu ángel vengador ... Y surcar los cielos junto a ti, mi creador ... -Cantaba la joven mientras continuaba su laboriosa tarea -Porque tú, mi amado ... hoy me has mostrado ... - La suave canción se enmudeció tras es sonido de unos golpes secos y contundentes .
- Está abierto, puedes pasar . -Gritó ella al tiempo que depositaba las tenazas en una mesa de metal.

La puerta que se encontraba al fondo de la estancia comenzó a abrirse y parte de la humareda se disipó rápidamente, provocando una fuerte tos en la persona que se encontraba al otro lado de esta.

- Lady Marian - Clamó la voz que se ocultaba tras la aún espesa cada de bao . - Creo que debería ver esto.
- ¿De qué se trata, Damián ? - Susurró la muchacha, al tiempo que comenzaba a quitarse el delantal con suma delicadeza.

 La silueta que se encontraba en el otro extremo de la sala comenzó a acercarse a su señora y su forma se hizo ahora más opaca.
Se trataba de un hombre corpulento, sin pelo en la cabeza pero compensado con una gran barba rufa de la que colgaban dos enormes trenzas.                                              
Su cuerpo se cubria con un traje completamente blanco que, a causa del vapor, estaba comenzando a tornar gris.
Cuando hubo llegado frente a la muchacha, extendió el objeto que sujetaba con ambas manos y se inclinó ligeramente a modo de reverencia. Se trataba de el Die Welt, un famoso diario, y hoy mostraba en portada un suceso bastante inusual.

- Veamos ... - susurró Marian al tiempo que lo sujetaba

La muchacha comenzó a leer y sus ojos, antes apagados comenzaron a llenarse de ira .

- Cómo se atreven... - susurró entre dientes - ¡Damián!
- ¿Sí, mi señora ?
- Continúa el trabajo, y al terminar, se discreto. - Dijo Marian mientras se dirigía apresuradamente hacia la puerta y dejaba caer el diario al suelo con brusquedad.

Tras su salida, Damian se acercó a la puerta y recogió lo que su señora había tirado, la cerró con suavidad y la estancia comenzó nuevamente a empañarse con la humareda .

- ¿Por qué habrá enfurecido tanto a la heredera de la familia Stroheim algo tan nimio como esto? - Se preguntó al tiempo que miraba la noticia que hace unos instantes había logrado eclipsar la serenidad de Marian.
Todo cuanto pudo leer antes de que las palabras desaparecieran a causa de la improvisada niebla fue “ [La Bestia vuelve a matar] Esta vez las desafortunadas víctimas de este despiadado asesino fueron una pareja de ancianos que vivían en la calle Alfeld, ambos encontrados completamente descuartizados en su dormitorio ...”
Depositando el diario en una de las múltiples mesas de metal que adornaban la sala, dirigió nuevamente sus pasos hasta donde antes se encontraba su señora y, cogiendo las tenazas que ella había depositado, miró a los ojos al hombre que se encontraba sentado frente a él, un hombre con la mirada perdida en sus recuerdos, posiblemente mucho más felices que los de ahora, atado firmemente a una silla de metal anclada al suelo y con la ropa completamente rasgada y ensangrentada. Su lengua, ahora depositada junto a las tenazas le hizo recordar a Damian los tormentos que tuvo que soportar cuando decidió, hace más de diez años, entrar en la mansión de los Stroheim sin haber sido invitado.

Con un leve suspiro volvió a introducir las tenazas en el femur ya desgarrado y fragmentado de la víctima y haciendo presión consiguió que tras un fuerte crujido el hueso se partiera completamente.
El rostro del hombre no cambió, seguramente llevaba un buen rato desmayado a causa del dolor, o tal vez el espectáculo que le había tocado vivir fue tan violento que su mente no pudo soportarlo y se sumió en un profundo pozo de locura.
Continuó presionando el hueso hasta que parte de este restalló y un fuerte chorro de sangre comenzó a brotar de la herida.
Cuando se hubo cerciorado de que la pierna del joven estaba completamente destrozada volvió a dejar las tenazas en el lugar del que las había cogido para más tarde extender su mano hacia unas punzantes tijeras con las que acto seguido arrancó un dedo de su miembro casi inherte.

- Espero, señores Hessel, que les guste el regalo que Lady Marian les envia ... - musitó entre dientes mientras caminaba despacio en dirección a la pesada puerta de metal.

Nocturno de la Sangre - El Mago -

El Mago 
"Quería unas alas... y me las dieron rotas" 

- ¿ Nombre ? -Clamó una prominente voz desde lo profundo de la sala.
- Garret Dardelard,señor. -Respondió una voz diferente desde el mismo sitio.

El lugar estaba completamente a oscuras, tan sólo un enorme foco iluminaba el semblante de un hombre gravemente magullado y cubierto de sangre.

- ¿Garret Dardelard? He oído antes ese nombre...-
Tras unos segundos de silencio únicamente interrumpidos por el jadeo del hombre que se encontraba sentado en aquella gran silla de hierro la voz volvió a resonar en lo profundo de la oscuridad.- Ahora lo recuerdo, este jodido bastardo es el loco que quemó a su familia para hacer un ritual satánico.
- Un ritual Shivaista más concretamente señor, adoraba a Shiva, el dios hindú de la destrucción. -Le corrigió la otra voz, más suave y delicada.
-Parece mentira que todavía queden psicópatas como estos en nuestros tiempos, desearía meterle una bala entre las cejas para que supiera lo que es el dolor ...
-Eso no será posible señor. -Respondió su camarada . -La maestra necesita de sus servicios.
-¿Qué demonios estás farfu...? -Antes de que el hombre pudiera
continuar la frase un fuerte disparo seguido de un estruendo hizo que las palabras se fueran difuminando en el aire y todo volvió de nuevo a sumirse en el silencio.

-Un corrupto como tú no necesita conocer nuestros planes ... -susurró la voz que quedaba en pie.

Con unos pasos rápidos, la oscura voz comenzó a tomar la forma de una joven, con un uniforme de policía ligeramente manchado de sangre debido a la escasa distancia de su víctima en el momento de su fallecimiento.

-Todavía me pregunto como has podido dejar que te atraparan.

El hombre que se encontraba aún en la silla se encogió de hombros con una mueca de indiferencia al tiempo que la joven le quitaba las esposas.
Cuando pudo ponerse en pie ambos se adentraron en lo profundo de la oscuridad y el silencio volvió a reinar en aquel lugar.

Nocturno de la Sangre - El Diablo -

El Diablo 
 "Cuando uno lleva toda su vida en las tinieblas, le daña la luz" 

Un sucio y desgastado contenedor de basura atestado de ratas era lo único que Kamîl había encontrado aquella tarde.
Intentando ignorar el hedor que este desprendía, se acercó a él rápidamente e introdujo su pequeñas manos en el interior de aquel nido de putrefacción en busca de cualquier resquicio de comida que pudiera llevarse a la boca.
El grotesco sonido de los restos de la opulencia se mezclaban con el chirriar de los roedores que huían despavoridos ante la posible amenaza de aquel hambriento depredador.

Tras unos pocos segundos de incesante búsqueda y ningún resultado satisfactorio, el tambaleante cuerpo del joven Kamîl caminó en dirección a las oscuras callejuelas de las que había emergido minutos atras para resguardarse nuevamente bajo el abrazo de la oscuridad; esta vez su búsqueda no había tenido éxito, él detestaba no lograr encontrar lo que necesitaba en las sobras de la gente porque en el fondo, muy en el fondo, odiaba su trabajo.

[ ... ] 

Las horas transcurrian y los tenues haces de un sol ya cobrizo comenzaban a disiparse por el horizonte dando entrada a una enorme luna anular.
La algarabía de los camimantes había desaparecido y los pocos que aún se encontraban en la calle deambulaban temerosos y con un aire casi paranóico, como si una enorme sombra, una sombra que hubiera estado ahí desde el principio de los tiempos, les estuviera observando desde lo alto... siempre haciendo ademán de lanzarse sobre cualquiera de ellos, pero siempre quieta, inmóvil e impasible...


Entre las sombras de las estrechar callejuelas de la zona céntrica de la ciudad una silueta se movía rápida y sinuosa, ajena a los ojos de quienes se regocijaban en la abundancia de sus bienes y se vanagloriaban de sus vanos logros materiales. Como los detestaba, como adiaba a toda esa amalgama de pseudohumanos a quienes la corrupción había podrido tan profundamente que ni un atisbo de honra podía salir de su interior.

[ ... ] 

Una pareja ya entrada en años paseaba lentamente en dirección al calor y la comodidad que tan sólo el hogar podía ofrecerles, sin reparar en los acontecimientos del mundo exterior, nada importaba salvo ellos y su hogar, un hogar que cuarenta años de matrimonio había construido.
La conversación, absurda y carente de lógica como lo había estado siendo los últimos años cesó cuando el marido sacó lentamente las llaves del bolsillo interior de su chaqueta y abrió la puerta de la entrada con un leve chasquido, dejando a su señora esposa atravesar primero el umbral. Tras ello, la puerta volvió a cerrarse y ambos comenzaron a dirigirse al ascensor en sumo silencio, con los pensamientos sumidos en su propio mundo. El chirriar de los engranajes se hacía cada vez más fuerte, un sonido casi insoportable para alguien que no estuviera acostumbrado a él o que no sufriera al menos una leve sordera, como era el caso de aquella pareja.

Cuando el ascensor se hubo detenido los tres ocupantes salieron de su interior y con unos pasos cortos y sosegados abrieron la pesada puerta que separaba su hogar del resto del mundo y tras haber entrado por ella esta se cerró lenta y pesadamente.