4 ene 2014

Nocturno de la Sangre - El Ermitaño -


Porque existen mundos mucho más oscuros 
de lo que podemos imaginar.
Porque existen vidas que han dejado de serlo 
para convertirse únicamente en instinto.
Porque lo que ven tus ojos es
tan sólo una pizca de la realidad.
Porque esta historia es... solo eso,
una historia ¿O quizá no?


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"¿Crees que he venido a por ti? 
¿Te crees poseedor del honor de mi justicia? 
No eres sino una gota insignificante en el mar del mundo 
que busca desesperadamente un lugar en él.
Vuelve por donde has venido, y quizá de ese modo, 
puedas vivir un poco más"

-Garret Dardelard-






CAPÍTULO I - TAROT - 

 El Ermitaño 
"Cuando matar se convierte en el menor de los pecados..." 

Habían transcurrido pocos segundos desde que el sonido de las campanas de la Iglesia de San Miguel anunciara a sus ocupantes que el día había llegado a su fin; las escasas luces de las farolas habían despertado hacía más de tres horas pero la amplitud de las calles que bordeaban Hildesheim hacían que estas no fueran si no una mera panacea psicológica para aquellos que se atrevían a atravesarlas a tan altas horas de la noche.
O al menos así lo creía el viejo Abelard Diermissen mientras deambulaba titubeante escrutando a su alrededor cada pocos metros, pues la experiencia le había enseñado que es más sencillo encontrarse en el lugar equivocado y en el momento equivocado de lo que uno puede imaginarse.

Los segundos pasaban y los finos haces de luz que levemente morían antes de llegar a encontrar el suelo hacían que la travesía por aquella enorme avenida de la que aún no lograba ver el fin se hiciera estremecedora. Los años le habían pasado factura y su condición física dejaba mucho que desear.
Si tan sólo pudiera regresar a sus veinte años... Un leve chasquido apartó sus pensamientos de épocas pasadas y volvió a centrarlos en su entorno. Se detuvo, observando el más mínimo síntoma de movimiento a su alrededor, puede que sus huesos estuvieran ya viejos y cansados pero su oído no le había fallado ni una sola vez y, por dios, esperó que esta vez tampoco lo hiciera.


El chasquido se dejó oir nuevamente, corroborando a Abelard que no había sido una mala pasada de su imaginación, su mirada se giró en la dirección de la cual este provenía y pudo observar como entre los escombros un par de gatos, probablemente abandonados, buscaban algo que llevarse a la boca aquella fría noche de otoño.
Emitiendo un leve suspiro mezcla de sosiego y frustración el anciano continuó caminando a través del extenso paraje desierto que se extendía ante él.

- El tiempo pasa .. demasiado rápido ... - Pensó mientras recordaba la leve sensación de inquietud que recorrió su cuerpo cuando escuchó aquel inesperado sonido, una sensación que no habría sino nada inusual si no hubiera venido acompañada de una suave pero embriagadora excitación al pensar, por un momento, que su vida volvía a encontrarse en peligro; pues para un excombatiente de la Gran Guerra, vivir una vida tranquila y lejos del campo de la batalla le resultada, a veces, extremadamente tedioso.

A medida que se iba adentrando en los confines del horizonte recordaba el calor del fuego de la metralla, los silbidos de las bombas al caer, el profundo olor a sangre derramada tanto de aliados como de enemigos que se incrustaba en sus fosas nasales y que todavía podía sentir con una exactitud casi estremecedora, los gritos de horror y furia de aquellos que a pesar de considerarse humanos parecían bestias enloquecidas durante el fragor de la batalla. Todos aquellos días en ese infierno en la tierra habían hecho de Abelard Diermissen un hombre que pocos se atreverían a definir como cuerdo.

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