Antares
La fragua ruge, la espada
está hambrienta, y la sangre seca ya no le sacia. Los resquicios de las vidas
derramadas en el campo de batalla ahora se evaporan sobre el acero. Creando una
nube ocre el hedor se mezcla con el humo de las llamas haciendo el aire
irrespirable.
[...]
Pasan las horas y las
gotas de sudor que se deslizan suavemente por su frente se evaporan a escasos
centímetros del suelo, el calor es insoportable, las pupilas hace tiempo que
han enrojecido y sus fosas nasales exhalan el aire a duras penas.
Pero a él no le importa,
continúa con la mirada firmemente clavada en el candente acero, martilleando la
hoja que tantas veces le ha salvado la vida.
Como una marioneta movida
por unos hilos invisibles sus golpes son constantes, secos, firmes... Su mente
se evade a épocas pasadas, épocas de guerras, épocas se sangre...
En las que en el filo de
su espada se reflejaba el ardor del sol, y los cadáveres de sus enemigos se
contaban por miles; donde una historia destacaba sobre todas las demás en la
época en la que se forjaron las leyendas.
Ira
Tenax
Fuego... El sujerente
baile de las llamas las mecía de un lado a otro con suavidad, al tiempo, estas
intentaban sin éxito acariciar las jóvenes manos que se extendían junto a la
hoguera.
Un crujido estridente
seguido de varios más secos y rápidos atrajo la atención del anciano que se
encontraba sentado en una vieja silla de madera a escasos metros del calor de
la lumbre.
Este observaba como el
joven clavaba sus ojos en la brillante espada colgada junto a la puerta.
Una ligera sonrisa
cargada de picardía asomaba de su rostro al tiempo que tragaba saliva para
aclarar la voz, pues había contado aquella historia decenas de veces a su
nieto, pero él siempre quería volver a escucharla.
La rústica habitación,
escasamente decorada, era fría, amplia y silenciosa, y la tenue luz de la
hoguera apenas alcanzaba a iluminar un pequeño rincón de la estancia.
No obstante esa tenue luz
era más que suficiente para aquel hombre y su joven nieto, pues las historias
que se han convertido en leyenda siempre se escuchan mejor cuando se cierra los
ojos al mundo real y se abren al mundo de la imaginación.
Esta es una de ellas.
[...]
" Un día tuve una
visión, vi una gran montaña bañada por la luz de la luna, y en su cima,
acariciando el cielo con su espada se encontraban los ejércitos del mundo
montados sobre sus corceles, gobernando los cuatro vientos y clamando al
unísono el despertar de un nuevo mundo.
Un día tuve un sueño,
soñé con un gran lago de cristal que reflejaba las sombras de los caídos, estos
anhelaban desesperados volver a la vida, alzarse nuevamente y volver a luchar
por sus sueños.
Ambos lugares tenían una
cosa en común, una columna de llamas que atravesaba la tierra, se hundía en lo
más profundo del infierno y nacía nuevamente en el extremo opuesto del globo,
juntos formaban una inmensa cruz ardiente que no se extinguiría jamás, esa cruz
guardaba en su interior el alma de cada uno de los guerreros, tanto de los
vivos como de los muertos.
Un día tuve una
revelación, vi el mundo bañado por las sombras, por las almas errantes, las ánimas de medianoche, los espectros y los
Wargol. Reclamaban el mundo de los vivos para sí, para sus odios, sus pecados,
sus temores... "
Más cuarenta años duró
aquel infierno, sí, infierno es la palabra más adecuada para una guerra en la
que se enfrentaron los vivos y los muertos.
Una guerra en la que un
aliado caído se convertía en un enemigo más.
Enfrentando a hermanos
contra hermanos, padres contra hijos devorados por las bestias del abismo que
habían regresado de la muerte para llevarse consigo a sus progenitores .
Todavía muchos de
nosotros nos preguntamos como pudieron ganar aquella guerra, pues parecía que
el destino les había dado la espalda y la raza humana estaba condenada a su
extinción.
Fue por una mujer, la
esposa de un soldado que acababa de partir al campo de batalla y que todas las
noches rezaba por su amado y por el hijo que estaba a punto de nacer.
Pasaron los días, las
semanas, los meses, y su amado no regresaba, la mujer no pudo soportarlo más y
fue en su busca,se adentró en tierras yermas, atravesó páramos bañados en
sangre y atestados de bestias hambrientas, llegó hasta las primeras lineas de
combate sin un sólo rasguño.
Donde otros soldados
caían por decenas ella permanecía en pie con la mirada perdida en el horizonte
y clamando en su mente el nombre de su esposo.
Los espectros al verla
huían desparovidos, las ánimas se estremecían y sus chillidos llegaban hasta el
firmamento.
Tan sólo una figura permaneció
en pie junto a ella, era su esposo, ahora un cadaver en descomposición que
vagaba sin rumbo consumiento todo cuando tuviera vida.
Sus miradas cruzaron, sus
corazones se cruzaron y aquel hombre cayó al suelo inherte. La mujer al
observar tan desgarradora escena rompió a llorar, sus lágrimas se filtraron en
la tierra y de los restos de aquella tierra bañada por el amor, el dolor,la ira
y la desesperación surgió el alma de un valeroso guerrero, que empuñando una
brillante espada cargó contra las hordas del mal infringiendo un daño superior
al que todos los soldados habían logrado durante todos aquellos años.
Los espectros se lanzaban
blandiendo sus garras y dientes, las ánimas intentaban entrar en su mente y
volverle loco, los wargol rugían y le embestían con toda su furia, pero todos
acaban muriendo, el alma de aquel soldado estaba enfundada en un halo de
esperanza irrompible.
Entonces el milagro
ocurrió,los guerreros soltaron sus armas y comenzaron a rogar por sus seres
amados, sus padres, sus hijos, sus hermanos... Todos se alzaron de nuevo para
proteger el mundo por el que en vida lo habían dado todo y los ejércitos de la
oscuridad se vieron obligados a regresar a las tinieblas.
Cuando aquella gran
batala que estremeció el mundo hubo acabado cada uno de los espíritus regresó a
la tierra que le vió nacer,y los vivos, dando gracias en silencio, entonaron
cantos de gloria en su nombre.
¿ Cómo sé que esa leyenda
es real ? Mi padre era el fruto del amor de esa mujer y su esposo,
y esta espada es el legado
de mi abuelo, que aún brilla como el primer día...
Requiem
- Pero abuelo ... - Le
interrumpió el nieto con la mirada puesta en la espada.
- Qué ocurre, hijo mío ?
- La espada ... se está
rompiendo....
Un enorme chasquido
seguido de un estrepitoso golpe en el suelo levantó al anciano del golpe de la
silla, el cual se acercó lo más rápido que pudo a la espada que ahora se
encontraba partida por la mitad con la punta clavaba en el suelo de la estancia
y el mango colgado a duras penas de la cuerda que la sujetaba.
Sus manos temblorosas se
negaban a coger aquel pesado trozo de metal, y su voz, ahora entrecortada se
había convertido en un incomprensible balbuceo.
Un grito gutural al otro
lado de la puerta despertó a ambos de su ensimismamiento, en el cual una
pútrica mano atravesó con fuerza la frágil puerta de madera que les separaba
del mundo exterior.
Los gritos se perdieron
en la noche, se mezclaron los los otros cientos de gritos de aldeanos aterrados
y gruñidos incomprensibles de feroces bestias del inframundo.
Entre toda aquella
masacre tan sólo se alcanzaron a oír los jadeos de un chiquillo que corría
desesperado colina abajo llevando consigo dos pedazos de metal, presa del más
absoluto terror.
FIN