4 ene 2014

Nocturno de la Sangre - El Diablo -

El Diablo 
 "Cuando uno lleva toda su vida en las tinieblas, le daña la luz" 

Un sucio y desgastado contenedor de basura atestado de ratas era lo único que Kamîl había encontrado aquella tarde.
Intentando ignorar el hedor que este desprendía, se acercó a él rápidamente e introdujo su pequeñas manos en el interior de aquel nido de putrefacción en busca de cualquier resquicio de comida que pudiera llevarse a la boca.
El grotesco sonido de los restos de la opulencia se mezclaban con el chirriar de los roedores que huían despavoridos ante la posible amenaza de aquel hambriento depredador.

Tras unos pocos segundos de incesante búsqueda y ningún resultado satisfactorio, el tambaleante cuerpo del joven Kamîl caminó en dirección a las oscuras callejuelas de las que había emergido minutos atras para resguardarse nuevamente bajo el abrazo de la oscuridad; esta vez su búsqueda no había tenido éxito, él detestaba no lograr encontrar lo que necesitaba en las sobras de la gente porque en el fondo, muy en el fondo, odiaba su trabajo.

[ ... ] 

Las horas transcurrian y los tenues haces de un sol ya cobrizo comenzaban a disiparse por el horizonte dando entrada a una enorme luna anular.
La algarabía de los camimantes había desaparecido y los pocos que aún se encontraban en la calle deambulaban temerosos y con un aire casi paranóico, como si una enorme sombra, una sombra que hubiera estado ahí desde el principio de los tiempos, les estuviera observando desde lo alto... siempre haciendo ademán de lanzarse sobre cualquiera de ellos, pero siempre quieta, inmóvil e impasible...


Entre las sombras de las estrechar callejuelas de la zona céntrica de la ciudad una silueta se movía rápida y sinuosa, ajena a los ojos de quienes se regocijaban en la abundancia de sus bienes y se vanagloriaban de sus vanos logros materiales. Como los detestaba, como adiaba a toda esa amalgama de pseudohumanos a quienes la corrupción había podrido tan profundamente que ni un atisbo de honra podía salir de su interior.

[ ... ] 

Una pareja ya entrada en años paseaba lentamente en dirección al calor y la comodidad que tan sólo el hogar podía ofrecerles, sin reparar en los acontecimientos del mundo exterior, nada importaba salvo ellos y su hogar, un hogar que cuarenta años de matrimonio había construido.
La conversación, absurda y carente de lógica como lo había estado siendo los últimos años cesó cuando el marido sacó lentamente las llaves del bolsillo interior de su chaqueta y abrió la puerta de la entrada con un leve chasquido, dejando a su señora esposa atravesar primero el umbral. Tras ello, la puerta volvió a cerrarse y ambos comenzaron a dirigirse al ascensor en sumo silencio, con los pensamientos sumidos en su propio mundo. El chirriar de los engranajes se hacía cada vez más fuerte, un sonido casi insoportable para alguien que no estuviera acostumbrado a él o que no sufriera al menos una leve sordera, como era el caso de aquella pareja.

Cuando el ascensor se hubo detenido los tres ocupantes salieron de su interior y con unos pasos cortos y sosegados abrieron la pesada puerta que separaba su hogar del resto del mundo y tras haber entrado por ella esta se cerró lenta y pesadamente.

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