9 mar 2012

El Llanto de las Estrellas





Os voy a contar una historia, en ella no intervienen trepidantes aventureros ni fantásticos seres mágicos, tampoco hermosas doncellas ni grandes nobles .

La única protagonista de este humilde relato es una niña llamada Celes, que vivía junto a sus padres, ambos cazadores, en una pequeña cabaña en el bosque. Cada noche miraba el cielo asombrada por las resplandecientes luces que este desprendía y deseaba con todas sus fuerzas poder llegar algún día a tocar aquellos tesoros celestes.

Una tarde en la que sus padres habían salido a buscar provisiones, un fuerte viento entró por la ventana y apagó la lumbre, dejando a la niña a oscuras en la cabaña la cual, sin el calor que el fuego la proporcionaba, pensó que aquella tarde ya no tenía motivos para permanecer allí. Así que sin más ropa que un ligero abrigo del color de la nieve, la pequeña abrió la puerta y comenzó a caminar hacia el interior del bosque.

A cada paso sus pies parecían más y más pesados y su cuerpo inconscientemente luchaba por permanecer quieto hasta el punto que la pequeña no pudo soportar el cansancio y se dejó dormir a los pies de un gran árbol.

Habían pasado pocas horas cuando Celes comenzó a abrir lentamente los ojos, la noche ya se extendía hasta donde alcanzaba la vista y el frío comenzaba a hacer mella en su delicado y pequeño cuerpo.

Después de levantarse y continuar caminando, la pequeña llegó hasta un claro donde misteriosamente las estrellas del cielo que siempre había deseado alcanzar se encontraban.

Inmóviles y pacientes, con un brillo tenue y siniestramente bello, esperando ser observadas por alguien, aquellos pequeños puntos luminosos iban ensanchándose a medida que la niña avanzaba hacia ellos con lentitud y nerviosismo, intentando no hacer demasiado ruido para no asustarlas.

Cuando se hubo acercado lo suficiente extendió la mano con la intención de coger una de las misteriosas luces que allí se encontraban. No obstante, lo único que logró fue difuminar todas las luces, cuyo reflejo descansaba en aquel pequeño estanque.

Con un suspiro, la pequeña levantó la cabeza hacia el cielo una vez más y mientras una lágrima comenzaba a nacer lentamente en su ojo derecho, se preguntaba si realmente era posible lograr alcanzar su sueño.

Poniéndose de nuevo en pie, dos luces provenientes de los árboles atrajeron la atención de la pequeña, la cual comenzó a caminar hacia ellas.

Las luces se movían al unísono y lentamente, deslizándose entre los arbustos, mientras la niña no dejaba de mirarlas fijamente. Su sueño por fin se vería cumplido, alcanzaría la luz que tanto deseaba- Quería tocarla, sentir su calor...

Las luces se lanzaron fugazmente hacia ella mientras la pequeña esperaba con los brazos extendidos poder agarrarlas, estaba ansiosa por tener en sus manos aquello que llevaba deseando toda la vida.

Cuando las luces estuvieron lo suficientemente cerca, Celes pudo darse cuenta, aquello que las luces reflejaban era su propio reflejo. Con los ojos completamente abiertos y la mirada fija, se vio a si misma en un fondo completamente oscuro, y entonces lo comprendió.
Lo que tanto deseaba, aquello que quería alcanzar con todas sus fuerzas, hacía tiempo que lo tenía. La luz que deseaba poseer era su propia luz, una luz que había latido siempre en su interior, pero sus ojos, puestos en el mas allá no habían logrado ver.

Y por primera vez la pequeña, bañada en un mar de sangre, fue realmente feliz, al saber que su deseo se había realizado.

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